viernes, 13 de agosto de 2010

Funesta-mente inmemoriosa



¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido!
Julio Cortázar - Tu más profunda piel


Se llama Delisa, tiene cabellos cortos y blancos, y una figura pesada que a penas camina. Pasa el día viendo a la ventana de contornos citadinos, tan distinta a aquella ciudad de potreros y humo de chimenea que le tocó de niña. Delisa vive en un año indefinido, "mil novecientos algo…", pese a que hace diez cambió el siglo y las cifras del XX nos suenan tan añejas. Tampoco precisa el día y el mes, no sabe si es primero de julio y le toca cumplir años o cualquier otra fecha del plañido calendario. Le preocupa, eso sí, que sean las once y cuarto y aún "no se haya puesto a hacer el almuerzo", que se asomen las cuatro de la tarde y de repente piense que está tardísimo, que lleguen las seis y media y le den ganas de tomar leche o quizás las ocho o nueve y afirme "mija, ya le arreglé la cama, por qué no se acuesta".

Delisa sabe bien las tablas de multiplicar y no duda -como yo- cuando le preguntan cuánto es ocho por ocho. Recuerda con precisión el teléfono de mi casa -lugar donde ella también vivió hace años-, el rostro de mi padre, y esas fechas del pasado que al resto de la familia siempre escapan. Pero Delisa no recuerda si ya almorzó o se tomó la pastilla, cómo se llaman sus nietos o lo que leyó hace dos minutos. Tiene Alzhaimer.

Hablar con Delisa es una experiencia bien extraña: pregunta infinitamente las mismas cosas, vive historias paralelas de secuestros y fugas y algunas veces hasta burla a su interlocutor. Dice -para mi propia risa existencial- que me le parezco a Lizeth León, la hija de su primo Carlos que es hijo de su tío Carlos Francisco, que es hermano de su mamá Helena que todavía no ha llegado a casa. "Delisa, Helena murió hace años, yo soy Lizeth León, no tengo cuatro años y sí, soy la hija de Carlos, no su tío, su primo". A ella se le enreda la cabeza y sólo atina a decir en medio de un largo suspiro: "entonces mi mamá se murió…".

A veces me pregunto qué pasa por la cabeza de Delisa, qué ráfagas de recuerdos le llegan de repente, cómo es el mundo en el que se olvida el instante. En las noches es usual que se levante a palpar los rostros de los que duermen en su casa, como tratando de reconocer con el tacto lo que olvida con la cabeza.

Me pregunto qué pasa por los olvidos de Delisa y el de aquellos enfermos de Alzhaimer que olvidan masticar y se mueren de hambre, olvidan caminar, olvidan los segundos. Me lo pregunto yo que tengo memoria Funes(ta) y no sé del olvido, arte de pocos. 

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Debo tener Alzhaimer... juraría haber leído un texto algo cursi (aunque no tanto para los estándares mujeriles) acerca de un corazón en sangre de olvido. Seguro era el de la señora.

Lizeth dijo...

Es probable... o quizás en un doble de este sitio. Los fabricamos en serie -aunque no en serio-.

Anónimo dijo...

Excelente, un perfecto viaje al desmemoriado mundo del Alzhaimer, donde los recuerdos pueriles desaparecen y la mente funciona como un radio con la emisora mal sintonizada. A veces se escucha a veces se pierde, a veces se entiende otras queda en el vacío, sólo se sabe que sirve, porque aún zumba y tiene corriente... @LaGenteLeTrina

Juan David dijo...

Es un rico ensayo que me transporta a lo que vivo con mi querida abuelita que sufre de lo mismo. Solo me quedo mirandola a sus grandes ojos negros mientras divaga en un interminable mar de recuerdos fragmentados y escucharla contar una y otra vez sus anecdotas de joven.

Chlewey dijo...

Hoy veo cómo una mente lúcida empieza a desvanecerse y cómo dos empiezan a formarse y siempre me pregunto qué será estar en esas mentes.

Anónimo dijo...

Leerte, me hace pensar en mi abuelo. Ya no sabe quién soy. Solo reconoce a algunos de sus hijos. Pero la historia sucedida en 1957 de cómo una niña de cinco años quedó cuadrapléjica no la olvida.
Saludos.

Lizeth dijo...

A todos muchas gracias por la pasada, la lectura y los comentarios.

Juan David y jugodemaracuya (jeje, gran nombre ese último), chévere recordarles a sus afectos desmemoriados.

Un abrazo.

catirestrepo dijo...

Este texto es de una calidad increíble. Fue todo un deleite leerlo... releerlo.

Saludos,

Cati

Lizeth dijo...

Cati,

¡Muchas gracias! Bienvenida siempre.

David. dijo...

Me hiciste recordar mi experiencia en psicogeratria, en que me tocaba presentarme mas de 30 veces durante la consulta.....es algo en que el olvido se acompaña de tenues lagrimas.. cuando los centellazos de la memoria recobran la existencia de los dolores de la vida y tibiamente se observa como una lagrima camina sobre una piel agrietada, demorandose mas en caer y siendo mas larga por quien la llora.

me gusta tu blog!

Alejo Martínez dijo...

Tal vez valga la pena mirar desde afuera lo que -tal vez- algún día no podamos reconocer desde adentro.

Y vale la pena para dar ejemplo de como ser y hacer, de manera que, si nos toca, sean y hagan como queremos.

Pero vale la pena sobre todo para vivir intensamente mientras seamos conscientes de ello.

Como siempre, gracias Liz

knil dijo...

Leer esto después de recordar las incontables conversaciones iguales que había tenido con mi abuela, ya que esas conversaciones no existen es, funesto.

Igual, este escrito es maravilloso, hace recordar la inocencia de los primeros olvidos, que es como me gusta recordar, en vez de pensar en la cara de desconfianza en alguien que antes era su nieto, luego se parecía a su hijo y finalmente ya no sabe quién es.

Muchas gracias por este escrito, así este comentario llegue con años de retraso.